lunes, 14 de noviembre de 2011

Constructivismo Ruso

El constructivismo Ruso



Entre 1930 y 1950, el Estado soviético organizó una larga serie de concursos públicos para cambiarle la cara a Moscú. El objetivo: plasmar los principios de la Revolución en un repertorio de obras y edificios monumentales. Aunque la mayoría de los proyectos ganadores nunca llegó a ejecutarse, sus planos y sus ambiciones marcaron a fuego la planificación urbana en el siglo XX. Estas son algunas de las quimeras arquitectónicas que Moscú nunca llegó a conocer.


Entre 1930 y principios de los ‘50, la arquitectura de Moscú sin duda ocupa un lugar central en la construcción de la era socialista. Su naturaleza y sus objetivos específicos ilustran de manera notable la utopía arquitectónica del socialismo. Es el período en el que florece el trabajo de los más grandes arquitectos soviéticos (B. Icfan, A. Schusev, I. Zholtovsky, los hermanos Vesnin, I. Fomin, L. Rudnev, I. Golosov, V. Schuko). De entre las proyecciones de largo alcance del primero de los planes quinquenales estalinistas, el plan general de reconstrucción de Moscú, de 1935, eclipsa a todos los demás. Según el plan, Moscú debía convertirse, en el plazo más corto posible, en la pieza sobresaliente de la capital del primer Estado socialista del mundo. El plan general contemplaba desarrollar la ciudad como un sistema unificado de autopistas, plazas y terraplenes con edificios únicos que encarnarían las ideas y los logros del socialismo. Pero también incluía algunas fallas mayúsculas, en especial vinculadas con la preservación del legado histórico de la ciudad.




La naturaleza específica del proceso arquitectónico de la época estaba absolutamente determinado por esquemas gubernamentales ambiciosos. Para llevarlos a cabo se organizaron largos concursos arquitectónicos y se invitó a arquitectos de distintas orientaciones y escuelas de pensamiento a presentar sus proyectos. Los concursos para los proyectos del Palacio de los Soviets (1931-1933) y para el edificio del Comisariado popular de la Industria Pesada (1934) fueron particularmente notables en cuanto a intención y resultados. Aunque finalmente ninguno de esos proyectos fue realizado, los planos presentados por los participantes tuvieron una significativa influencia en el desarrollo de Moscú y muchos se ganaron un lugar en los archivos de la planificación urbana del siglo XX.






En aquel entonces, este estilo de arquitectura, como la literatura y el arte que le eran contemporáneos, era promovido como una implementación ejemplar de los métodos artísticos “más progresistas” del “realismo socialista”. Considerados a la distancia, es evidente que los mejores ejemplos de esa arquitectura –la mayoría de los cuales jamás trascendieron las mesas de dibujo– son más profundos e interesantes que las normas ideológicas en cuyo marco fueron diseñados.

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